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GANAR PARA PERDER



Cuentan que un perforador de pozos, llamado Andre Poultier, que vivía en Rouen, Francia, apostó ante un grupo de amigos en un restaurante, que se bebería treinta y nueve vasos de vermut en diez minutos.

Andre ganó la apuesta: y cayó muerto.

Es dificilísimo diferenciar la perseverancia de la testarudez, la persistencia de la obstinación.

Se dice que una actitud es perseverante, cuando la causa es buena, o tiene el nombre de obstinación, cuando la causa es mala. No lo sé, en lo particular me parece que tanto en una como en otra, se pueden aplicar las dos actitudes.

De lo que sí estoy convencida, es de que muchos de los logros se obtienen gracias a un esfuerzo constante, continuado, a una lucha sin tregua, a un esfuerzo dedicado. El no desfallecer ante los obstáculos, el no darse por vencido ante la adversidad, colabora en mucho, a que se logren concretar los sueños.

Una gran mayoría de las personas no ven cristalizadas sus ilusiones porque no están dispuestas a brindar a sus proyectos, el tiempo necesario para recoger sus frutos. Se desaniman y se lanzan a una nueva empresa, aún antes de saber si habrá o no cosecha a recoger.

No obstante, el otro lado de la moneda, es decir, la tozudez, la obstinación exagerada, pueden llevar a cualquier persona, entre otras cosas, a la enfermedad (como la depresión), al desprestigio y/o al fracaso.

Muestra de esto, la están dando nuestros dirigentes y gobernantes.

Si tomamos en cuenta como válida la definición de inteligencia que dice que ésta es la capacidad que una persona muestra para adaptarse a las diferentes circunstancias de la vida y para resolver satisfactoriamente los problemas que se le presenten. Podríamos considerar entonces, que las personas con rasgos de testarudez y obstinación marcados en su conducta, son poco inteligentes, precisamente, porque estas características, junto con el perfeccionismo acentuado, el ser excesivamente detallistas, irritables y con una tendencia al comportamiento negativo y extremo, nos están enunciando una conducta rígida y poco flexible, incapaz de adaptarse a las exigencias del medio ambiente.

Por lo mismo, cuando nos enfrentamos ante una situación, bien sea un proyecto, una ilusión o un problema en el que estamos invirtiendo demasiada energía para intentar sacarlo adelante, se vuelve fundamental hacer una distinción entre si nuestra conducta es sana, o si se está cayendo en un patrón obsesivo que pueda estar teniendo tintes de patología.

"¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder el alma?, cita la Biblia a Marcos (8:36-37) y me parece una frase aplicable para este tipo de casos.

¿De qué puede servir ganar un pleito, tener la razón, salirse con la “suya”, si en ello se pierde una amistad, el afecto de los seres queridos, un negocio, el prestigio, la credibilidad o la reputación? ¿A qué puede saber ese triunfo? ¿Se puede considerar este logro un éxito?

En mi empresa de consultoría, en los servicios de head hunter que realizamos, se presenta ante el cliente, un número mínimo de candidatos para cada puesto vacante que solicita.

En algunas ocasiones sucede que éste tiene preferencia por contratar a un candidato, mientras que en base a nuestra experiencia, sentimos que es otro de los finalistas, quien pudiera ser más apropiado para ocupar dicha posición.

Sin embargo, nuestro compromiso como asesores externos, consiste en presentar nuestros argumentos a favor de todos y cada uno de los concursantes, mostrando de la manera más objetiva posible, nuestras opiniones al respecto.

De nada serviría obstinarnos en que el cliente contratara al concursante de nuestra preferencia, ya que con ello, lo único que lograríamos es que el cliente viva soñando con todo lo que pudo haber logrado quien él tenía en mente y que, cada detalle por insignificante que resulte, sea como una muestra, una corroboración de que el candidato sugerido, no era la persona adecuada para el puesto.

Ganar para salir perdiendo, es una actitud de tontos, o enfermos.

Cuando pienso en el puente atirantado que desean construir los funcionarios públicos, y hago el intento de hacer un análisis objetivo de la situación, viene a mi mente la Torre Eifel, símbolo de Francia.

Con la inmensa proporción de las diferencias entre los casos, me pregunto cómo era la personalidad del ingeniero francés que la edificó, Gustave Eifel. Habrá que recordar que los parisinos consideraron en aquel entonces, que este monumento era un horrendo monstruo que afeaba su paisaje.

En el caso doméstico que nos ocupa, no creo que nuestro original puente atirantado corra con tan buena suerte, por eso me pregunto cuál es la intención de ganar esta batalla.

Creo que, bajo las circunstancias que se han presentado, bien vale la suspicacia de pensar cuál es el verdadero interés en esta construcción. ¿Quién o quiénes ganan?, y ¿qué es lo que se gana realmente?, ¿Qué sentido tiene salirse con la “suya”?.

La ciudadanía no considera que ese lugar sea prioritario para desahogar los problemas de circulación vehicular. Podrían mencionarse al menos tres sitios en los que sí se considera urgente una solución por parte del gobierno, que mejore la circulación de la ciudad, y si hablamos de esa zona, estoy segura que la avenida Gonzalitos resultaría elegida por unanimidad.

Aún pensando que los funcionarios públicos tengan una visión que el pueblo no posee y que por lo mismo, sea ese el sitio apropiado para construir un puente, los gobernados se han cansado de manifestar que no están conformes con la inversión, ya que se considera excesiva y todos coinciden en que habría formas de lograr la misma funcionalidad, con mucho menor presupuesto. Para colmo, ahora habrá que añadir las quejas internacionales por acuse de plagio.

Si, como ya dije, sus posibles usuarios consideran que no es indispensable, se asume costoso y su diseño no resulta del agrado de muchos, entonces, repito, ¿por qué insistir?, ¿quiénes ganan y qué es lo que ganan?.

Me pregunto qué puede ser tan importante, tan valioso, como para estar dispuestos a perder credibilidad, popularidad y prestigio ante los ojos de quienes votaron por ellos.

¿No se supone que los gobernantes deben regir su conducta en satisfacer las demandas y necesidades de sus representados?.

A vista de todos, este tipo de “imposiciones”, porque no se pueden llamar decisiones, léase “cart”, el cierre de CAVIDE, y los gastos excesivos en cubrir apariencias en intentar ser percibidos como millonarios, cuando nos urgen satisfacer otras prioridades, son muestras fehacientes que evidencian la falta de sensibilidad para escuchar las voces y las necesidades de sus gobernados.

Salvo que haya alguna cosa más poderosa que no se han dignado a explicarnos con claridad, reitero, ganar para salir perdiendo, es una actitud realmente difícil de comprender.

grios@assesor.com.mx

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