MULTIPLICACIÓN DE DONES Y PANES
La pobreza debería ser el sufrimiento más grande y profundo de la humanidad. La vejez, la enfermedad y la muerte duelen, pero la pobreza muestra que los habitantes del planeta, en su mayoría, somos incapaces de obtener, a pesar de las revoluciones, la ciencia y la tecnología, un auténtico desarrollo humanizado. Tal vez sea una conciencia endeble o una alma infértil lo que impida convertirse en seres solidarios, comprometidos y responsables con el desvalido, el que se ha quedado atrás, el que toca la miseria con la misma naturalidad con la que muchos marginan o desprecian a quienes la padecen.
Las sociedades del mundo, en sus mayorías, han utilizado a la ignorancia y a la negación como engranajes colectivos que protegen a sus integrantes, del dolor brutal que provoca la indigencia.
Se ha pretendido combatirla con insulsos discursos políticos, con ensayos poéticos e idílicos, con disertaciones entre humo y café amargo, con “choros” de adolescentes utópicos a los que todavía la vida no les arrebata las ínfulas de sentirse salvadores del mundo con tan solo desearlo, o bien, con dádivas y compensaciones que se conceden con mayor énfasis justo antes de las elecciones del gobierno en turno. Solo unas cuantas Instituciones y Universidades han dedicado tiempo y recursos a estudiar la pobreza, a analizar sus raíces, sus orígenes y las cepas que la mantienen viva, dilatándose y esparciéndose por el tejido de todas las sociedades, en todos los continentes del mundo.
Y si no somos capaces de analizarla, menos seremos de comprenderla y abismalmente más distante se encuentra entonces, la posibilidad de que surja una gestación interna, desde el fondo de cada uno de los seres humanos, del compromiso auténtico que se requiere para subsanarla.
La Década Internacional para la Erradicación de la Pobreza (1997-2006) que fue proclamada por las Naciones Unidas ha sido, desde mi enfoque, un fracaso. La pobreza trunca la vida de 1,500 millones de personas, número que se incrementa en por lo menos 25 millones al año. La mayoría son mujeres, niños y ancianos.
El 50% de los habitantes de casi 10 países en el mundo viven con poco más de 10 pesos al día. Hay 23 países en donde más del 30% de los niños y las niñas sufren de desnutrición. Más de un tercio de las mujeres adultas en los países en desarrollo son analfabetas. 1.200 millones de seres humanos no tienen acceso a agua potable y 1.000 millones carecen de vivienda estimable. Se calcula que 800 millones o más en el mundo pasan hambre, y que cada año, 12 millones de niños mueren antes de cumplir los cinco años de edad (Centro de Información de las Naciones Unidas).
Y a pesar del avance médico y científico, debido a los trastornos sociales y económicos, en Rusia, por ejemplo, la esperanza de vida de la mujer ha disminuido en más de cinco años desde 1989.
Además, podemos contemplar cómo millones de personas trabajan, pero siguen siendo pobres.
Cerca de la cuarta parte de los trabajadores del mundo no gana lo suficiente para sacar a sus familias y a sí mismos más allá del umbral de la pobreza, y una gran mayoría de los que laboran son trabajadores no agrícolas del sector no estructurado (CIMAC). Economía informal que en su desproporcionado incremento nos arrojará gravísimas consecuencias en un futuro cercano.
La pobreza extrema en Latinoamérica y el Caribe, donde viven 220 millones de personas en esas condiciones, aumentó 44 por ciento y son las mujeres las más afectadas (CEPAL).
Pero Fox insiste en promulgar que ha logrado reducir en 65% las condiciones de pobreza extrema bajo el indicador de un dólar al día per cápita. Se ufana diciendo que hemos avanzado a que el día de hoy sea sólo 4% el número de familias en pobreza extrema en el país (NoticierosTelevisa). Y sin embargo, en nuestro estado, en nuestra casa y en nuestro bolsillo, atestiguamos la certidumbre de los datos que confirman que los niveles de pobreza aumentaron en Nuevo León de un 19.6 a un 26.4 por ciento (INEGI).
Todos los días llegan indígenas migrantes a Monterrey buscando crear asentamientos humanos alrededor del área metropolitana con la esperanza de que se les permita desarrollar una vida con mejores oportunidades que las paupérrimas que pululan en sus propios estados. Más de 40 mil indígenas tenemos aquí. Vienen por su ”sueño mexicano”, uno bastante tortuoso y apesadumbrado.
Una pesadilla al fin y al cabo pero menos macabra que las realidades que han cargado históricamente sobre sus espaldas.
Pero podemos perdernos en un mundo de cifras y cantidades que sólo han servido para disparar otro de nuestros mecanismos de defensa empleados comunitariamente: la racionalización. Y a la manipulación de estos datos vendrían entonces los listados de las consecuencias: niveles inadecuados de vida, salud precaria, hambre, viviendas insalubres, falta de vivienda, desempleo, exclusión social y analfabetismo...
Vivir en la pobreza es una negación de los derechos humanos y las libertades individuales. Pero no debe convertirse en una negación de nuestras propias consciencias. Si la pobreza es de nuestros hermanos, es nuestra. Por tanto, es de todos. Y todos, debemos hacer algo para enmendarla.
Quizá deberíamos empezar por reconocerla, por verla de frente, de cara nuestra. Si salimos a la calle no tardaremos mucho en toparnos con ella. Podríamos empezar por no esquivar la mirada ante el humilde y el marginado. Intentar deambular por la ciudad una semana sin cerrar los ojos, sin voltear el rostro ante los mudos llantos de angustia y los gritos secos que emergen ya no en la palabra, sino en la mirada de los pobres.
Pero no se trata de compadecerlos sino de ponernos en marcha hacia la acción de ayuda consistente y reiterada que imperiosamente nos exige la época actual. Hay muchas maneras de hacerlo y docenas de instituciones organizadas que extenúan sus esfuerzos y no se dan abasto con esta tarea. ¿Por qué no ser parte de ellos? Si no cuenta una buena idea de cómo ayudar a disminuir la pobreza, acérquese con quienes sí la tienen y hacen algo para lograrlo.
Los días 9, 10 y 11 de Septiembre habrá un evento llamado “Expo Ayuda” que se celebrará en Cintermex en dónde, como si fuera un bufete a la carta, Usted podrá elegir y convertirse en voluntario para apoyar en la causa humanitaria con la que más se identifique, la que más le convenza. No empobrezca el evento con su ausencia.
La pobreza genera violencia; y pobreza, vejez y violencia reunidas serán los azotes y calamidades de nuestro México y nuestra humanidad a mediano plazo. Hagamos algo para evitarlo.
Tal vez entre todos logremos constituir un conglomerado que multiplique los dones y los panes, ¿no le parece?
grios@assesor.com.mx