CUARENTONES, CINCUENTONES Y MÁS…
En México todavía algunas empresas siguen buscando excusas para deshacerse de los “antiguos”.
Los de larga trayectoria a quienes ya se les exprimió su vigor y muchos de sus conocimientos, son material desechable antes de que su físico acarre problemas y por ende, costos a la Organización.
Con la moda de fusiones, globalización “corporativitis” se selecciona en puestos clave a jóvenes bravíos pero inexpertos para que tomen las riendas de proyectos y capitales que se quieren expandir.
Un gesto de “huele a viejo” es la expresión de sus rostros. Comienzan los tijeretazos para deconstruir lo realizado por expertos, deshacerse de los que queden e incluir a nuevas generaciones atiborradas de megalómanas ideas triunfalistas. Jóvenes, algunos de ellos, que basan su sabiduría en las experiencias de éxito que han oído en una clase de alguna maestría fugaz o visto a través del Youtube.
Toda una osadía resulta si en una requisición de personal se escribe en el casillero de edad un monto máximo de 45 años. “Es que, a esa edad ya se cansan”, me dijo en una ocasión un empresario. Y tiene razón. No se les puede mandar de viaje a otra ciudad en el vuelo de las 6 a.m. y hacerlos regresar el mismo día, más que por lo físico, porque una persona madura ya está cansada de dejarse explotar.
Para las mujeres no es necesario ser vieja para no estar incluida en los requerimientos de un puesto. Se sabe que en general son detallistas, responsables, persistentes y con mayor necesidad de demostrar sus capacidades, aún así, para considerarlas se les pide otros atributos que nada tienen que ver con las actividades a desempeñar: ser guapas, delgadas, jóvenes, solteras, sin novio, sin hijos.
¿Quién pensaría en contratar a una persona mayor de cuarenta que además sea mujer? ¿Quien la querría entre sus filas si tuviera un hijo pequeño? ¿Alguien la invitaría a formar parte de su equipo si supiera que padeció una enfermedad como el cáncer? ¿Se le daría alguna oportunidad sabiendo que el puesto demanda de un esfuerzo superior al promedio (viajes, desplazamientos, estrés)?
Bajo los parámetros absurdos y obsoletos que todavía muchas empresas mexicanas tienen para juzgar al prójimo, una candidata con las características anteriores estaría destinada a hacer pasteles en su casa o a impartir clases de macramé.
Cuando un atleta gana en las olimpiadas su edad no es relevante salvo que sea demasiado joven o demasiado viejo según antiguas creencias.
Por eso, cuando ganó Dara Torres, campeona olímpica de natación que rompió la marca de Estados Unidos en los 50 metros libres, el locutor gritaba exaltado: “Cuarentona gana medalla de oro. Increíble. La cuarentona Torres hace historia como la mujer más vieja en competir en esta modalidad”
Ella tiene 41 años, su esposo padece una seria enfermedad en la sangre, tuvo cáncer y es madre de una niña de apenas 2 años. Está fuerte como un roble, sometida a un riguroso régimen de entrenamiento y ha participado en 5 juegos olímpicos.
Pero lo ha hecho porque no existe un “perfil de puesto” ni un empresario que juzgue si ella encaja o no con éste. De lo contrario, no hubiera tenido oportunidad ni siquiera de entrenar.
"Quiero demostrar a los de 40 que la edad es solo un número", dijo después de su triunfo. Pero no es la única “vieja” conquistando logros. También está una francesa de 49 años, un japonés de 67, una canadiense de 57, un australiano debutando a los 50, entre otros.
En cambio, aquí seguimos perpetuando mitos. “Si te despiertas por la mañana y no te duele algo, pellízcate para ver si todavía estás vivo”, dijo un médico a su paciente cuando éste tenía poco más de 30 años.
Los “juniores” que heredaron los emporios el siglo pasado son ahora “veteranos“–a ellos no se les dice “sesentones” porque se les trata con más respeto- que empiezan apenas a darse cuenta que la experiencia, madurez y sentido común que solo con la edad se obtiene –como lo han hecho ellos- es crucial para fortalecer y enriquecer a sus corporaciones.
México cambia demasiado lento en algunas cuestiones.
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