MÁS QUE PRINCESA
“¿Conocen Nueva York?”, preguntó. “No” dijimos tímidamente. “A ver si vamos. Es un lugar maravilloso que les va a gustar mucho”, agregó mientras veía de reojo imágenes de esa ciudad por la televisión.
Julián estaba a su lado sentado sobre la cama de la habitación de su hotel. Daniela veía aún el Cerro de la Silla que ella misma le había mostrado por el ventanal unos instantes antes. Yo, maravillada, no quería moverme para evitar estropear la magia del encuentro.
Alegre, amable, cariñosa, parecía que entre nosotros cuatro había un antiguo lazo fraterno que envolvía cada momento.
“Mira, unas botas con pies”, pronunció mi hijo mientras le señalaba la portada de un libro, que le regaló una escritora argentina mientras comíamos. “Sí, es un poco extraño, a eso se le llama surrealismo”, reveló ella.
¿Ya saben qué van a estudiar cuando crezcan?”, les preguntó a los niños. “Cineasta”, dijo Julián convencido. “Ven, a ti que te gusta el cine observa hacia el interior de este rascacielos” Y alzando sus brillantes ojos azules llenos de luz y fascinación dijo: “seguramente podrás imaginar que por este gigantesco cubo del comedor, se deslizarán en lienzos unos ladrones girando alrededor de las paredes. ¿Y tú Daniela? ¿Te gusta la arquitectura?, toma una foto desde aquí para que recuerdes lo hermoso de este lugar. A los dos les encantaría conocer a mis nietos, tengo diez y uno tiene 9 años, la misma edad de ustedes. Tenemos que ir a Mérida para que se diviertan con ellos”.
Durante la comida puede observar lo lejos que está de esa imagen que a través de los medios de comunicación alguna gente se han creado de su persona a raíz de la defensa de sus ideales partidistas. Habla de los líderes políticos como lo que son, personas en blanco y negro con defectos y virtudes. Valiente ha sido al denunciar en voz alta los vicios de un sistema político que hunde a México en todo tipo de miserias.
Compartir el pan y la charla con Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, mejor conocida como Elena Poniatowska, fue un verdadero gozo.
Ella en sí es grandiosa pero se agiganta más aún porque habita la vida con una sencillez profunda. Elenita fluye de manera afable en el transcurrir de la existencia, como el agua de manantial emerge entre la roca y la arena mientras se desliza y manifiesta.
La conocí unas horas antes en una deliciosa velada. Descubrí que luce por sí misma sin necesidad acciones ni palabra alguna. Sus ojos y su sonrisa la delatan. Casi puede saberse qué le entusiasma o qué está pensando, en la medida en que aparece la luminosidad en su rostro al contacto con sus ideas y las de quienes la rodean.
Sólo un espíritu como el de ella podría comportarse con esa candidez, aún teniendo entre sus pertenencias al menos ocho doctorados honoris causa, una docena de premios importantes y más de cuarenta publicaciones exitosísimas, deliciosas y memorables.
En una entrevista dijo que su pasión por la escritura nació "por el afán de saber, de participar, de pertenecer y también el afán de ser querida". Esto último lo logra sin duda alguna tan sólo por su forma natural de proceder.
A Elenita se le puede llamar de muchas maneras: intelectual, periodista, activista social y política, escritora, feminista, mujer de avanzada, incluso, princesa, ya que es hija del príncipe heredero Jean Joseph Poniatowski, descendiente directo del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia. Sin embargo, la mejor manera de definirla es a través de su extraordinaria calidez humana.
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