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SI ES GRATIS, MEJOR



Malas noticias, el trabajo tiene valor económico y por tanto, debe pagarse por éste.

¡Qué mal!, tan rico que sabe lo que es gratis.


Basta con preguntarle a las instituciones religiosas que fundaron su Iglesia (tanto templos como congregaciones) por todo el Planeta, a través tan solo de almas caritativas y generosas.


Miles de monjas limpian, almidonan, cocinan y consiguen fondos para que vivan sin apuros los sacerdotes. Miles acarrean diablillos para catequizarlos y entregarlos redimidos al corazón de Jesús. Miles de mujeres laicas que a través de siglos han entregado parte de sus vidas para contribuir con la “obra” y perpetuar las creencias religiosas y las buenas costumbres.


Podríamos preguntarle también a las Organizaciones de la Sociedad Civil que no lograrían subsistir si no fuese por el trabajo arduo, comprometido y voluntario de ciudadanos que se identifican con sus causas.


O sin ir tan lejos, podrían darnos su testimonio los jefes de familia sobre lo maravilloso de contar con esposas de tiempo completo (24 por 365) que hagan el súper, cocinen, limpien la casa, laven y planchen ropa, eduquen a los hijos, los mantengan limpios, sanos y sin un solo peso a cambio.


Pero es el colmo que el Gobierno y sus instituciones quieran seguir escatimando sus presupuestos en lugar de ejercerlos contratando capital humano competente, y que requieran de voluntarios para poner en marcha sus programas públicos. Más ofensivo aún, que estas prácticas las realicen quienes operar las políticas sociales del país.


Solicitan jóvenes por doquier para que cumplan su servicio social obteniendo así mano de obra fresca y gratuita, aunque también inexperta.


O reclutan a quienes están a punto de convertirse en profesionistas pero que para lograrlo deberán regalar horas y horas bajo el esquema de “prácticas profesionales”, a cambio de un “gracias” o unos cuantos pesos que no cubren ni el gasto de sus traslados.


También buscan hacer convenios con instituciones para que éstas obliguen a sus integrantes (profesores, doctores, instructores, etc.) a regalar parte de su tiempo para fines sociales, sin evaluar siquiera si los “obligados” tienen un verdadero compromiso vocacional o al menos, conocimiento acerca de las comunidades a las que harán el “favor” de atender. Algo que se hace –cuando se logra- sin un programa sistematizado, homogéneo, coordinado y muchas veces ni siquiera alineado con la misión y valores de la institución en la que participan.


¿Cómo exigir algo a quién regala su trabajo?


Reclutan las instituciones gubernamentales en su gran mayoría a mujeres, por supuesto, porque aprovechan -¿explotan?- la mano de obra o el capital “intelectual” que ancestralmente ha sido despojado de cualquier valor mercantil, para que sean ellas mismas quienes recaben fondos, presenten sus casas para eventos o reuniones, acarreen afiliados o para que impartan talleres a sus vecinas o miembros de la comunidad, compartiendo con ellos su buena voluntad pero también su ignorancia.


Buscan a jubilados o ancianos creyendo que los harán felices al darles la oportunidad de transmitir sus conocimientos a marginados, como si no supieran que más felices serían si se valorara su tiempo en especie -léase dinero- y con éste pudieran contribuir aunque sea un poco, a apalear las carencias que todos los hogares padecen.


Y los dirigentes se asustan de las penurias que los mexicanos padecen para acceder a los empleos formales cuando ellos mismos lo obstaculizan, para hacer guardaditos para consentidos o partidas especiales.

No se debe confundir participación ciudadana con explotación ciudadana.


Tampoco se debe apoyar la implementación de las políticas públicas, en el trabajo invisible, ignorado, abandonado a la tradición y a los contratos implícitos.


Se requiere de expertos, profesionales bajo convenio para exigir que realmente tomen en sus manos la metodología a seguir en la implementación de las soluciones derivadas de los diagnósticos realizados.


Qué conveniente es olvidar el compromiso político asumido, de rescatar de la invisibilidad el trabajo no remunerado (Conferencia de la Mujer, Pekín, 1995).


La economía necesita moverse. Qué mejor si alguien recibe un pago por su trabajo y con eso compra algo para su familia, y a quién le compró, invierte en más mercancía y el que se la vende, contrata a más personal que le ayude y éste a su vez, lleva dinero a su casa y…


grios@assesor.com.mx

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