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LOS MALOS Y ... ¿LOS BUENOS?


Por la importancia que amerita, cito textualmente un correo electrónico que recibí hace unos días:

“Lic. Ríos. Realmente necesitaría la posibilidad de trabajar en su país, debido a que en la Argentina ya es imposible vivir porque reina la inseguridad y el permanente temor a los secuestros. Lo único que persigo es poder dejar atrás la pesadilla que es vivir en mi país y poder radicarme en México. Le ruego me comente si para Usted sería viable encontrarme un puesto de trabajo.”

No es el primer mensaje de este país y con esta petición que recibo, pero este me ha impactado porque se trata de un muchacho joven que, en lugar de estar lleno de ilusiones y de amar su patria, vivir en ella le representa una “verdadera pesadilla”. Me impresionó porque los últimos sucesos en nuestro país y en nuestra ciudad, me hacen pensar que pronto podremos estar en condiciones similares.

¿Qué le respondo? Que en México no estamos todavía en una situación como la que ahora vive, pero ya encontramos tonalidades análogas.

¿Qué le digo? Que no hay suficiente trabajo ni siquiera para los mexicanos, que los pocos empleos que hay no están bien remunerados. ¿Qué le sugiero? Que busque otra opción en la que no tenga que repetir la migración en unos cuantos años.

No creo que la solución consista en pedir que nos den ventajas, que nos ofrezcan un camino de flores y un remanso de paz para vivir confortablemente.

No se trata de que el Gobierno solucione nuestros problemas, colabore con nuestro plan de vida y participe en el logro de nuestros objetivos. Más bien, me parece que se trata de que no nos despojen, que no nos arrebaten los bienes y recursos que nos hemos ido ganando con esfuerzo y trabajo.

No es sólo el Gobierno el que entre corrupción y burocracia nos está dificultado el camino hacia una vida tranquila y estable. También somos nosotros, los ciudadanos, los que, divididos en dos bandos, los “buenos” y los “malos” (como en las películas), estamos destruyendo toda posibilidad de vivir con mejor calidad de vida. ¿Cómo aspirar hacia la autorrealización y la auto trascendencia, si no tenemos cubiertas las necesidades elementales?

En el grupo de los “malos” podemos fácilmente deducir quienes lo incluyen. Son aquellos que cometen delitos de forma consciente, intencional. Delitos que se notan a simple vista, pero también, esos que se hacen discretamente, en sigilo. En estos se pueden incluir: fraudes, robos, extorsiones, abusos, secuestros, asesinatos, violencia, adulterios.

Sin embargo, nos llevaríamos una sorpresa si tratáramos de enlistar a quienes se agrupan en el bando de los “buenos”.

Aquí podemos incluir a todos aquellos que, aletargados, contemplan cómo la ciudad se convierte en un sitio peligroso e inseguro. Esos que envueltos en un alo de apatía o temor, solapan y encubren la violencia como si fuese algo natural, inevitable, algo con lo que se tenía que convivir tarde o temprano.

Muy buenos, tal vez, pero muy pasivos para defender lo nuestro; para luchar por conservar el estado de tranquilidad al que tenemos derecho.

Muy buenos sí, muy moralistas, muy religiosos, muy enfáticos para decir que película no es apta para nuestra salud mental y emocional, qué obra de teatro debe ser retirada, qué canción no debe programarse en la radio. Pero muy laxos al permitir que al vecino le roben su casa, que el compañero de trabajo use el equipo de oficina o cómputo para asuntos personales, que el jefe tenga sus “arreglos” particulares con clientes o proveedores, que en una tienda alguien se “embolse” la mercancía que no ha pagado.

Muy buenos, muy honestos, muy decentes, pero sordos y ciegos para estar atentos a una situación de abuso, fraude, robo o violencia y para colmo, cobardes para alzar la voz, para hacer una denuncia.

Ahora que con mayor frecuencia se están viviendo robos, asaltos, secuestros, me pregunto cuáles serían los caminos que pudiéramos asumir si en realidad quisiéramos evitar que en Monterrey sucediera algo como las muertes de mujeres que padece ciudad Juárez o si en realidad repudiamos el estado de sitio en que vive el alma de aquellos que sobreviven (literalmente), en la ciudad de México.

Elisabeth Kübler Ross psiquiatra Suiza, radicada en USA, inició una serie de observaciones clínicas sobre las personas en trance de morir. Ella señaló que hay 5 pasos por los que atraviesan a quienes les han comunicado la inminencia de su muerte.

Estos son: a) shock y negación, b) furia y hostilidad, c) negociación, d) depresión y, e) aceptación.

No quisiera que, como los desahuciados, tengamos que recorrer ese camino para llegar a la admisión de una vida impregnada de inseguridad y caos, de miedo e incertidumbre.

No podemos seguir negando que algo muy malo está gestándose en nuestra ciudad.

Que los disparos de narcotraficantes en lugares públicos, que los secuestros fuera de los centros comerciales, que los robos a mano armada en los bancos, en los salones de fiestas infantiles y que, el hurto de bolsas en las cafeterías, no deben seguir considerándose como hechos aislados o inexistentes.

Estar en shock, impactados por los acontecimientos y pensando que “a nosotros no nos pasará”, no nos ayudará en nada para evitar o resolver el problema.

Tengo la impresión de que los ciudadanos Juárez se encuentran ubicados en el segundo estadio: el de furia y hostilidad; pero como dice Luis Eduardo Villarreal: “la indignación no es suficiente”. Enojarse, manifestarse frente a los edificios públicos, convertirse en seres desconfiados, hostiles, malencarados, tampoco sería una solución para enfrentar el problema que ahora padecemos.

Tampoco creo que la solución sea la negociación, como sucede, por ejemplo, “con las zonas de tolerancia”. Hacer pactos, componendas, arreglos con los maleantes, como lo hemos hecho durante décadas con los funcionarios públicos, no ha servido de otra cosa, más que de perpetuar las estafas y las extorsiones.

Deprimirnos, sentirnos tristes añorando los viejos tiempos en que las cosas eran mejores, no nos ayudaría más que ha compadecernos a nosotros mismos, a lamentarnos de las situaciones que padecemos y sentir lástima de nuestras circunstancias.

Si recorremos ese camino, es decir, si negamos lo que está sucediendo; o si sólo nos indignamos y enfurecemos y nos volvemos hostiles y desconfiados; si empezamos a transar con los maleantes, si nos sentimos abatidos por lo que ocurre, llegaremos inevitablemente al estadio de “aceptación”, al que hacía referencia Kübler Ross, como último paso antes de llegar a la muerte, sí, la muerte de la seguridad a la que tenemos derecho.

¿Es eso lo que queremos? ¿Deseamos la defunción de nuestra tranquilidad y nuestra confianza?

Estamos dispuestos ha aceptar que nuestra ciudad se convierta, con nuestro permiso y apatía, en una ciudad de robos, asaltos y secuestros.

¿Qué hacer? Todo menos seguir el camino hacia la muerte a la que los “malos” quieren confinarnos. Se aceptan ideas, sugerencias, soluciones...

grios@assesor.com.mx

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